05 septiembre 2008

Cartel de lujo


No se le puede negar a la Vuelta a España que tiene un reparto de estrellas. Jamás se cuela un meritorio, para desgracia del Andalucía Cajasur. Ayer venció Paolo Bettini, vigente campeón del mundo, algo que ya ha sucedido en las últimas cuatro ediciones. El italiano viene a preparar el Mundial y de paso se lleva un recuerdo, en esta ocasión una espada toledana. Su imagen con la tizona en el podio resultó sobrecogedora, porque Bettini es justo lo contrario de un caballero artúrico y porque blandió alegremente el acero, con evidente peligro para la integridad de las azafatas.

Echaremos de menos a Bettini cuando deje de ganarnos etapas y Mundiales, porque es un ciclista entusiasta, un feo arrebatador, la cara B del hombre italiano. Y él también nos debe tener cierto aprecio porque desde la Vuelta ha ganado dos campeonatos del mundo y desde aquí planea el siguiente. Será con el permiso de dos de los hombres que le disputaron el sprint: Valverde y Freire, tercero y cuarto. Si no tuvieron premio es porque el murciano se quedó ligeramente descolgado y porque el cántabro seguía su rueda. Philippe Gilbert, un belga de quilates, quedó segundo.

Ese fue el brillante desenlace de una etapa, previa al día de descanso, que pretendió ser de transición, pero que no tuvo respiro. Para empezar se adelantó la salida 20 minutos con el objeto de que los ciclistas, por debajo de las medias en esta edición, tuvieran tiempo de tomar el AVE que les condujo de Toledo a Lleida. Después se sucedieron las caídas, de las que no se libró Valverde, y más tarde los pinchazos, a los que se apuntó igualmente. Parece que un botarate, solo o en compañía de otros, sembró la carretera de los tornillos que le faltan.

No faltó la escapada del día. Se fugaron el ucraniano Diudia, el ruso Ignatiev y el donostiarra Iban Mayoz, no confundir con Iban Mayo, cuya sanción por dopaje en el Tour de Francia de 2007 expira el 31 de julio del próximo año. La aventura de los rebeldes no pasó de los tres minutos, militarmente controlada por el equipo Cofidis, que decidió asaltar el liderato en los sprints intermedios.

Sin oposición.
No le resultó difícil. Desde el primer momento se comprobó que Astaná no tenía la menor intención de defender el maillot oro de Leipheimer, liberándose, antes de subir los Pirineos, de las dudas sobre la jefatura del equipo. De modo que, anulada la fuga, Cofidis preparó el sprint de Sonseca a Chavanel, que allí limó su desventaja de dos segundos y se convirtió en líder virtual.

En el último tramo, el cerro de Los Palos hizo honor a su nombre y desencadenó una magnífica pelea que quiso apaciguar Caisse d'Epargne buscando el triunfo de Valverde. Bettini lo impidió y lució sable en el podio. Después subió Chavanel, el corredor que un día fue la gran promesa francesa y que, incapaz de atender esas expectativas, decidió convertirse en otra cosa, en irreductible, en héroe sin capa e ilustre sin palmarés. Hasta este año. Si hace un mes ganó su primera etapa del Tour, ayer, a los 29 años, estrenó el liderato de una gran vuelta. Tenían razón los cazatalentos: Chavanel es un campeón.

www.as.com (05.09.2008)

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